Asturias se levanta contra el imperio fósil
El sistema ecológico y socioeconómico del que dependemos se desmorona. Hoy, hemos cruzado seis de los nueve límites que regulan la estabilidad del planeta, y la ciencia nos advierte que el cruce de estos límites desestabiliza el ecosistema global. Lo que era un pronóstico ya es realidad: cambios irreversibles que amenazan la vida. Las temperaturas de 2023 fueron las más altas jamás registradas y 2024 ha pulverizado todos los récords, sobrepasando el umbral crítico de 1,5°C.
La lógica de un sistema de producción capitalista, sostenido por el poder fósil, ha desatado bucles de destrucción climática. En nuestra vida cotidiana, eso se traduce en olas de calor extremo, sequías, inundaciones, incendios, tormentas feroces, crisis alimentarias, pandemias, desplazamientos masivos, guerras y genocidios. La crisis climática castiga con especial crudeza a los territorios del Sur Global. Mientras en España enfrentamos una DANA devastadora que ha traído lluvias torrenciales, ya duplicadas en frecuencia y con mayor intensidad; Sudán y Colombia han vivido inundaciones que han desplazado ya a cientos de miles de personas de sus hogares, destruyendo todo a su paso. Este desastre tiene responsables: la clase política cómplice de la industria fósil. Su responsabilidad es frenar esto y, sin embargo, persisten en mantener el beneficio económico y el poder para unas pocas personas.
Cada año, millones de personas son desplazadas de sus hogares por esta crisis. Esto no es futuro, es ahora. En el último informe climático de 2024, una coalición científica internacional alerta de que 25 de los 35 indicadores vitales del planeta están en niveles récord. Los ecosistemas ya no absorben carbono como antes, los océanos están perdiendo estabilidad, y la corriente meridional atlántica se acerca a un punto de no retorno. Sin embargo, las emisiones de CO₂ siguen en aumento. A pesar de los compromisos de reducción y de las 28 Cumbres del Clima (COP), las decisiones siguen siendo insuficientes y las emisiones siguen creciendo.
¿Por qué, entonces, siguen aumentando las emisiones? Porque los gobiernos y las élites prefieren proteger los beneficios de una industria mortal. La industria fósil, con sus lobbies y think tanks, invierte millones en influencia política para perpetuar su modelo. Desde 2019, la promesa climática global no ha logrado más que un mísero 2,6% de reducción de emisiones. En palabras de Naomi Klein, "las decisiones que evitarían esta catástrofe, aunque necesarias para la sociedad, amenazan a las élites".
Rebeldía ante la guerra contra la vida
Mientras el planeta arde, la alianza entre capital y gobiernos sigue fuerte. No solo se sostiene, sino que los subsidios fósiles globales aumentan cada año: de 4 billones en 2015 a 7 billones de dólares en 2022, y con una proyección de más de 8 billones en 2030. En Europa, estos subsidios alcanzaron 123.000 millones de euros en 2022, más del doble que en 2015. Solo en España, 10.000 millones de euros de dinero público apoyan a esta industria destructiva, beneficiando principalmente a los más ricos mientras la pobreza energética sigue aumentando. Millones no pueden calentar sus hogares en invierno mientras las multinacionales fósiles alcanzan beneficios récord.
Nos dicen que la transición energética a renovables resolverá el problema, pero el modelo que proponen sigue siendo extractivista y centralizado, impulsado por las mismas empresas fósiles. Necesitamos una sociedad que consuma menos energía, con un sistema distribuido, en el que la producción y el consumo se encuentren en equilibrio y donde la energía sea un bien democrático, no un privilegio de unos pocos.
Este no es un problema técnico, es una cuestión política y de justicia. Los gobiernos tienen las herramientas para detener esta industria, pero eligen no hacerlo. La democracia y nuestras vidas están en juego, y ellos son cómplices de nuestra extinción.
Otoño de rebelión: nuestra lucha por la vida
La industria fósil no solo destruye el planeta, sino que envenena nuestras vidas y mantiene un sistema de pobreza y explotación. Mientras los multimillonarios se benefician, la precariedad y los accidentes laborales aumentan. Con cada euro que va a esta industria, el gobierno perpetúa un modelo insostenible, condenando a futuras generaciones a una vida de penurias.
No podemos esperar que los que han encendido este fuego lo apaguen. La pasividad ya no es una opción. Solo un movimiento civil masivo puede acabar con el imperio fósil y abrir las puertas a un futuro digno. La transformación vendrá desde las bases, desde las calles y las asambleas. Exigimos una verdadera democracia donde la ciudadanía decida su destino mediante Parlamentos Ciudadanos, con un Parlamento Climático Permanente capaz de detener esta marcha hacia el colapso.
En respuesta a la complicidad de nuestros gobiernos, nos rebelamos. Nos inspiramos en la tradición histórica de lucha de Asturies, una tierra combativa que resistió en la Revolución del 34, en la huelgona del 62 y en las recientes luchas mineras de 2012. Hoy, Asturies es la región con mayores emisiones per cápita de España, con una industria contaminante que intoxica aire, agua y suelos, sacrificando la salud pública en nombre del PIB.
Esta es la segunda ola de una rebelión global por la justicia climática, bajo la campaña internacional "Stop Subsidios Fósiles". Exigimos democracia deliberativa y una transición hacia el decrecimiento. Nuestra rebelión eco-social avanza con la convicción de que un nuevo mundo es posible.
Mientras las élites refuerzan su alianza con el poder fósil en la COP29, nosotres construimos resistencia en Asturies. Con acción directa, desde las calles, haremos que nuestras demandas sean imposibles de ignorar. Exigimos un compromiso: Stop Subsidios Fósiles.
Este otoño nos rebelamos para hacer realidad lo que soñamos. Con amor y furia, ¡nos rebelamos por la vida!